martes, 29 de junio de 2010

Felices vacaciones!!!

Pues otro año más... no me lo puedo creer. Mucha nieve, mucha carretera, grandes compañeros y compañeras y fantásticas alumnas y alumnos; en Zújar me dejo otro cachito de mi alma, otro trocito de vida. El curso que viene vuelvo a casa, a Motril, con mis niños y mis niñas, con los que empezó todo, con ellas y con ellos que tantos proyectos quedaron a medias.
Me voy triste y vuelvo ilusionada, con muchas ganas. Aunque ahora necesito un descanso.
No cierro por vacaciones; seguro que la realidad nos hace leerlos a lo largo del verano, aunque me lo tomaré con calma, eso sí. Ha sido un curso largo, denso, marcado por la crisis y nuestras crisis, la de todos y todas los que nos dedicamos a esto tan maravilloso de dar clase, que a veces es duro. Más cuando los medios de comunicación se dedican a demonizar al funcionariado, porque se ve que no trabajamos... ¬¬
Quiero daros las gracias a todos y todas los que me seguís y me ayudáis y enriquecéis con vuestros comentarios. Gracias a mis alumnos y alumnas: esto nació por y para vosotros y hacéis que me sienta feliz, muy feliz de ser profe. Lo hacéis cada día. Gracias.

Os dejo un artículo fantástico que he leido hoy en nuevatribuna.es. Espero que os interese:

El doble genocidio de la sangre y la memoria de las defensoras de la Segunda República Española

* Miguel Ángel Rodríguez Arias

Si todas las víctimas de Franco son las víctimas de un genocidio, las “mujeres de los rojos” lo son de dos: fueron perseguidas y aniquiladas sus vidas, y también, durante los últimos 30 años, una sociedad post genocidio enferma de impunidad, y unas políticas públicas en blanco – fruto de la imposición interna de las tesis de los sectores del franquismo sociológico de PP y PSOE – han creado las condiciones para su práctica eliminación hasta de la misma historia. Ellas, que ni tan siquiera han tenido las mínimas concesiones legislativas, absolutamente insuficientes, de las restantes víctimas. Ellas, que conquistaron su voto y su derecho a la educación, que enarbolaron la bandera de la Segunda República emancipadora, que lucharon con determinación y murieron valientes en las trincheras junto a sus compañeros, para horror de medio mundo católico, apostólico y romano. Ellas, a las que Franco les hizo pagar con una saña infinita hasta el último gramo de su breve libertad, hasta el extremo de la humillación y la privación de derechos durante toda la dictadura... ¿Fueron menos republicanas, fueron menos víctimas, como para que una ley vergonzante, de un Gobierno que se está cubriendo de vergüenza en esta materia, se atreva a ningunearlas de esta manera, y aquí no pase nada?.

“Quisiera escribir un himno/ a un pobre racimo humano:/ las mujeres de los rojos/Que en España nos quedamos,/ para las que no hubo escape,/ para las que no hubo barco./ Las que nos quedamos solas/ con sus niños en los brazos./ Sin más sostén ni más fuerza/ que el que daba el estrecharlos (…).

Así comienza el poema de Consuelo Ruiz, “Las mujeres de los rojos” (http://segurquetomba.wordpress.com/2009/11/22/las-mujeres-de-los-rojos/), y detrás de estos versos – de la propia emotividad con la que los oí recitar por primera vez el año pasado en las Jornadas sobre Mujer y Franquismo de la Asociación Catalana de Juristas Demócratas –, continúa presente entre nosotros una doble realidad de nuestra sociedad post genocidio.
De un lado, la sobrecogedora dimensión de las al menos ocho formas distintas de crímenes internacionales de guerra y contra la humanidad de género, hoy por hoy en la más completa impunidad:

1) Vulneración flagrante de la Convención de la Haya de 1898 y 1907, de Ginebra de 1929 sobre prisioneros de guerra, contra las mujeres combatientes por la II República.

2) Detenciones ilegales de mujeres – masivas y sin cargos penales ajustados a derecho – como represalia por su defensa del régimen democrático republicano, o por su simple lazo de parentesco.

3) Asesinatos y ejecuciones extrajudiciales por la mera razón de dicho parentesco.

4) Tortura y trato degradante a las mujeres dentro de las comisarías, prisiones y centros de detención ilegal del franquismo.

5) Violaciones y abusos sexuales de presas y detenidas. Aquello que ya lanzó por la radio Queipo de Llano, de que ya conocerían hombres de verdad en vez de castrados milicianos, y que berrear y patalear no las salvaría, seguramente, algo tendría que ver... La verdadera dimensión de la violencia sexual contra estas mujeres por parte de los muy católicos cruzados, como elemento sistémico del terror, continúa siendo hoy una de las páginas más negras por escribir de nuestra historia.

6) Vulneración de las condiciones higiénicas, alimentarias y sanitarias reconocidas en los Convenios Internacionales, en particular, respecto a las madres lactantes presas y sus bebés, amontonados, durmiendo en el suelo, hasta la muerte de muchos de ellos de hambre y enfermedad.

7) Desaparición forzada de menores sustraídos de los brazos de sus madres presas, para ser entregados a familias afectas al régimen. El mayor caso de desaparición forzada infantil que todavía actualmente se sigue consumando en el continente europeo pero, también, el mayor caso de vulneración de los derechos fundamentales de las mujeres en la esfera de la maternidad.

8) Crimen contra la humanidad de persecución contra estas mujeres, consistente en su depuración de los cargos públicos, del ejercicio de toda profesión liberal… prácticamente de ejercer cualquier trabajo en realidad dentro de la represión cotidiana feroz desatada contra las descalificadas como “mujerzuelas”, como “marxistas ninfómanas violentas” en palabras del Jefe de los Servicios Psiquiátricos de Franco, el coronel Vallejo Nágera. Completamente estigmatizadas, en consecuencia, y condenadas a la marginación social.

Y Fernando Magán comenta, todavía, la necesidad de tomar en consideración al menos una novena forma de crimen internacional, y pasar a esclarecer también los casos de sometimiento, mediante violencia o coacción, a prostitución forzada, de una forma que resultaría cercana al conocido caso de las esclavas sexuales del ejército japonés durante la Segunda Guerra Mundial; lo que en nuestro país, en cambio, ni tan siquiera habría sido mencionado…

“Todos perdimos la guerra,/ todos fuimos humillados./ Pero para las mujeres / el trance fue aún más amargo”, recitaba Consuelo.

Y el olvido y la impunidad en esta sociedad nuestra, aún más absoluto.
Ninguna “investigación oficial, efectiva e independiente” ha sido jamás emprendida en España sobre ninguno de tales crímenes internacionales inamnistiables e imprescriptibles.
Es decir: un auténtico agujero negro de crímenes y atrocidades de género del franquismo sin esclarecer respecto al que las únicas autoridades que se han pronunciado han sido las europeas, del Consejo de Europa, en su conocida condena Parlamentaria y “Balance de Crímenes” de 17 de marzo de 2006.
Pero ni una sola autoridad española ha osado siquiera mencionar nada de esto. Con la Iglesia hemos topado, nunca mejor dicho, como he tratado de sacar a la luz en otros trabajos e investigaciones.
Y, por supuesto, la proyección continuada en el tiempo de los efectos de varias de tales violaciones – muy especialmente en la protegida esfera de la maternidad de todas esas madres – vulneraría directamente el Convenio Internacional para la Eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer, que compromete a los Estados – desde el minuto cero de su firma – a revisar y a eliminar toda situación de violación de derechos aún presente en su jurisdicción sea de facto o de iure.
Pero eso tampoco importa en este país. Otro convenio internacional más para el bote. Habría que dejarlo claro en nuestra Constitución para defraudar así un poco menos a los súbditos del Reino: el cumplimiento de los tratados de derechos humanos firmados por nuestro Estado monárquico, no como obligación, sino como posibilidad…
A decir verdad, tan sólo consuela la convicción de que la necesidad de verdad, justicia y reparación de un pueblo respecto de sus crímenes más atroces es como la ley de la gravedad y que, antes o después, la manzana terminará tocando el suelo. Y de hecho ya se vislumbra que algo está empezando a cambiar, muy lentamente, a medida que cada vez más amplios sectores van tomando conciencia de la dimensión verdaderamente apocalíptica del genocidio franquista… y del absoluto desprecio por la legalidad internacional de nuestra legislación post genocidio.
Porque, como decía, toda esta situación viene determinada por una doble circunstancia y, junto a la propia realidad de los crímenes franquistas y el aprendizaje social del silencio, la otra realidad es, como siempre, el impactante papel que está desempeñando en todo esto el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero con su Ley de la Memoria que, también en este caso, ni siquiera menciona los crímenes aberrantes del franquismo contra estas mujeres. Ni si quiera los menciona. Como con los niños perdidos.
No había espacio en esa ley para ninguna forma de reconocimiento de esa otra mitad de la sociedad democrática que padeció el franquismo, ni para sus concretas formas de represión…
Aunque, curiosamente, es precisamente Naciones Unidas la que dice que lo que había que hacer a este respecto era justamente lo contrario de lo que nuestro Gobierno ha acabado haciendo en su ley. Y así, en vez de garantizarse que se incorporase la perspectiva de género y se prestase especial atención a tales crímenes – como reclaman por ejemplo el conjunto de principios ONU para la protección y la promoción de los derechos humanos mediante la lucha contra la impunidad –, se omitió por completo dicha perspectiva que debería haber constituido uno de sus ejes vertebradotes imprescindibles: presente, por ejemplo, desde la propia composición paritaria de los distintos órganos de verdad, justicia y reparación y, además, especial objeto de atención en cuanto al estudio de crímenes y adopción de medidas de reparación.
¿Se imaginan que la conocida como Ley de la Memoria Histórica, aprobada por nuestro Parlamento, dedicase aunque sólo fuese una sola línea, por vergüenza torera, a reconocer y condenar los crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra cometidos contra las mujeres?
¿Se imaginan que un Gobierno que se hubiese creído su propia política de género hubiese arrancado en su compromiso por la igualdad por el elemental reconocimiento de esas mujeres, y su brutal represión por el franquismo, en esa ley?
¿Puede haber una política de género coherente en España sin rescatar del genocidio – peor, del genocidio y de su más absoluto olvido – a la primera generación de mujeres que conquistó su participación política ciudadana en nuestra sociedad, y que defendió en las trincheras a nuestra República, víctimas de crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad de género del franquismo?
En este sentido la Ley de Igualdad y la Ley de la Memoria han sido dos ocasiones (más) perdidas de nuestra democracia para hacer justicia a estas mujeres, ignoradas por el articulado de ambas normativas… ¿hasta cuándo?

Y conste que, investigación tras investigación, todavía no pierdo la esperanza de que, incluso un Gobierno tan poco serio en esta materia como ha demostrado ser el actual Gobierno de España, alguna vez, por pura probabilidad estadística – incluso porque no se den cuenta de estar haciendo lo que el derecho internacional contempla, o con el copia-pega de Word se les cuele, como les debió pasar con la legislación de fosas de Franco del año 40… –, acierten. Y que, en ese día señalado se limiten, por una vez, a hacer monótona y aburridamente lo que los organismos internacionales de derechos humanos ya tienen inventado desde hace tiempo, y que la gran mayoría de los gobiernos de países civilizados llevan haciendo desde entonces…
Si todas las víctimas de Franco son las víctimas de un genocidio, las “mujeres de los rojos” lo son de dos: fueron perseguidas y aniquiladas sus vidas, pero también, durante los últimos 30 años, una sociedad post genocidio enferma de impunidad y unas políticas públicas en blanco – fruto de la imposición interna de las tesis de los sectores del franquismo sociológico de PP y PSOE – han creado las condiciones para su práctica eliminación hasta de la misma historia. Ellas, que ni tan siquiera han tenido las mínimas concesiones legislativas, absolutamente insuficientes, de las restantes víctimas. Ellas, que conquistaron su voto y su derecho a la educación, que enarbolaron la bandera de la Segunda República emancipadora, que lucharon con determinación y murieron valientes en las trincheras junto a sus compañeros, para horror de medio mundo católico apostólico y romano. Ellas, a las que Franco les hizo pagar con una saña infinita hasta el último gramo de su breve libertad, hasta el extremo de la humillación y la privación de derechos durante toda la dictadura... ¿Fueron menos republicanas, fueron menos víctimas, como para que una ley vergonzante, de un Gobierno que se está cubriendo de vergüenza en esta materia, se atreva a ningunearlas de esta manera y aquí no pase nada?

Miguel Ángel Rodríguez Arias es profesor de Derecho Penal Internacional de la Universidad de Castilla-La Mancha, autor del libro "El caso de los niños perdidos del franquismo: crimen contra la humanidad" y otros trabajos pioneros sobre desapariciones forzadas del franquismo que dieron lugar a las actuaciones de la Audiencia Nacional.