lunes, 22 de marzo de 2010

Mujeres extraordinarias II

Hoy volviendo de Zújar, mi compañero Manuel llevaba puesto el último disco de Barricada -La tierra está sorda-, que os recomiendo a todos y todas. El caso es que dedican una de sus canciones a Matilde Landa, un símbolo de la lucha antifranquista. Por si os interesa conocer algo de esta mujer extraordinaria, aquí os dejo algunos datos ;):

Matilde Landa nació en Badajoz el 24 de junio de 1904, en el domicilio familiar de la plaza de San Andrés (hoy Cervantes). Procedía de una familia acomodada y culta, muy vinculada a la Institución Libre de Enseñanza. Su padre, Rubén Landa Coronado, había sido un destacado dirigente republicano de la región, y entre sus hermanos, descuella la figura de Rubén Landa Vaz, catedrático de filosofía, amigo de Antonio Machado, que se exilió a México en 1939.

Matilde pasó su infancia y adolescencia en Badajoz, donde estudió el Bachillerato, pero en 1923 el se trasladó a Madrid con el objeto de cursar la carrera de Ciencias Naturales. Durante la Segunda República inició su militancia política. Ingresó en el PCE poco antes de la Guerra Civil, gracias a sus contactos con el activista italiano Vittorio Vidali "Comandante Carlos" y su compañera, la célebre actriz y fotógrafa Tina Modotti.

En el Socorro Rojo

Tras el golpe de Estado de julio de 1936, se incorporó a las tareas sanitarias en un hospital de guerra de Madrid. Pronto pasó al Socorro Rojo Internacional, colaborando en la evacuación de Málaga (febrero de 1937) y, ya en 1938, a la sección de información popular del Subsecretariado de Propaganda del Gobierno Republicano. Recorrió por entonces numerosas ciudades de la Península, en las cuales organizó conferencias para levantar la moral a los combatientes republicanos. En esa época debió conocer a Miguel Hernández quien le dedicó el poema "A Matilde".

Poco antes del hundimiento de la República, fue encargada por el Buró Político del PCE de organizar el Partido en el interior ante la inminente entrada de las tropas franquistas en Madrid. La celeridad con la que fue puesto en marcha este Comité, y la falta de medios que padeció demuestra la extrema improvisación con la que el PCE acometió los inicios de la clandestinidad. De hecho, fue rápidamente desarticulado por la policía. El 26 de septiembre de 1939 ingresó en la Prisión de Ventas, donde desarrolló una impresionante tarea de ayuda a las presas condenadas a muerte a través de la famosa "oficina de penadas". Condenada a la pena máxima, gracias a los oficios del filósofo García Morente consiguió que le fuera conmutada por la de treinta años de reclusión.

En junio de 1940, fue trasladada a la prisión de Palma de Mallorca, posiblemente una de las más terribles cárceles de mujeres de la posguerra española, caracterizada por la masificación y la pésima alimentación. Al igual que en Ventas, Landa se convirtió de inmediato en un referente moral básico para las presas, encabezando las modestas acciones de resistencia que se desarrollaban en el penal.

Pero, por otra parte, su significación política determinó que las autoridades religiosas de la prisión se interesasen de manera muy especial por su conversión al catolicismo, la cual hubiera constituido una victoria propagandística notable para el régimen. Así, desde 1941 se inició una brutal presión para que se bautizara, en la que intervinieron algunas de las principales autoridades eclesiásticas de la isla.

Lógicamente, en estas circunstancias, su equilibrio emocional se resintió. Así, en la tarde del 26 de septiembre de 1942 cayó desde una galería de la prisión, y al cabo de tres cuartos de hora murió. Aunque en alguna ocasión se ha afirmado que fue asesinada, no hay la menor duda de que se trató de un suicidio, aunque por supuesto inducido por la terrible situación que padecía. Algunos días más tardes la familia conoció con indignación que había sido bautizada in articulo mortis. Fue enterrada en el cementerio de Palma, en una sepultura propiedad de una familia aristocrática mallorquina. La recuperación de la biografía de Matilde Landa se inició en la década de los setenta, y actualmente está considerada como uno de los principales símbolos del movimiento de mujeres contra la dictadura franquista.

FUENTE:http://www.pce.es/mundoobrero/mopl.php?id=154

Landa escribía cartas a su hija desde la cárcel. Esta me ha emocionado especialmente:


Carmencilla, chiquinina:

Esta carta no te va a llegar nunca. Y no es porque el tiburón la vaya a hacer trizas, sino porque apenas me quedan fuerzas ya para seguir convirtiendo esta cárcel de la calle Salas en el antiguo asilo de ancianos desde cuyo piso alto admiro las agujas de la catedral y me llega el rumor de la palmera y el pino, que conversan en su lenguaje de vida vegetal de patio a patio.

Carmencilla, Carmencilla... Necesito repetir mucho tu nombre, también los de Casi, tío Rubén, Chachita, Cintia, para no olvidarlos. Porque temo que se pierdan con el mío en ese vacío que me aguarda. Porque me llegan, una y otra vez, con los rostros desfigurados, los de Luisa Rodríguez, Dionisia Manzanero, Elena Gil, Julia Conesa... Las trece rosas. Y ahora, como entonces, mucho más que entonces, siento que estoy de más.

Han dejado que me acercara a la enfermería, pues aún no han llegado monseñor Miralles Sbert y el gobernador. Hoy es el gran día, dicen. Doña Bárbara, las otras señoras de Acción Católica y las monjitas andarán relamiéndose con el triunfo. El dolor del pecho no me deja pensar, Carmencilla; pero no creo que el aceite alcanforado alivie mi sufrimiento, porque otro dolor, más hondo, es el que me acucia. Los versos de Santa Teresa tampoco me corfortan: abren más la llaga. Y es una llaga que supura, chiquinina mía. No puedo ver sin llorar los rostros de esos niños a los que amenazan con dejar sin leche si yo no me convierto. Tú sabes, Carmencilla, lo mucho que me preocupan los niños, los más desgraciados, con sus corazoncitos, tan sensibles y tan a merced de los caprichos de los mayores.

No puedo, no puedo aceptarlo. Sería como prostituirme. Ay, esos niños... ¿Será lo mío un capricho? Cuánta falta me hacen ahora esos versos que me dedicó Miguel Hernández. ¿Cómo eran?:

En la tierra castellana
el castellano caía
con la voz llena de España
y la muerte de alegría.

Pero esto no es Castilla, mi chiquitina, y la alegría, excepto la de saberte a salvo de la barbarie, no me sobra. Quien sobra soy yo.

Se va haciendo tarde, Carmencilla. Oigo ruido de motores y verjas que se abren. Espero que me sigas queriendo y que te acuerdes de mí a pesar de lo que te cuenten, a pesar de lo que voy a hacer. Que tú, ni niña, mi chiquitina, y esos pobres niños me perdonéis.

Muchos besos y muchos abrazos de

Tu madre.


3 comentarios:

Gambrinus dijo...

Ana:
Como mínimo se pone el vello de punta al leer la carta a su hija.
Cuanto sufrimiento personal y colectivo en la posguerra. Es de admirar la vida de esta mujer como muchísimas otras que quedará en el anonimato.
Saludos
Juan Antonio

Ana Hernández dijo...

A mi también me pasó lo mismo, me emocionó mucho leer esa carta y otras que encontré. Es admirable, muy triste, tremendamente injusto.
Sólo espero que no se vuelva a repetir y que ningún hombre o mujer tenga que pasar por eso.

Un abrazo

Anónimo dijo...

Es de ponerse a llorar a gritos, cuanta maldad y cuanta nobleza, enfrentandose al vacio, gran gran gran mujer... y hace pensar que fueron en gran parte otras mujeres las que la atormentaron.

Un dolor