sábado, 20 de diciembre de 2008

Mujeres en el mundo III

Hola:
Me llamo Efua y vivo en África. Hoy es mi cumpleaños: cumplo seis años y estoy triste porque me gustaría no tener que crecer nunca, nunca. Tener seis años para siempre, para toda la vida... Ése es mi único deseo.
Pero es un sueño imposible, lo sé. Y por eso de aquí a un año, cuando cumpla siete, tendrán que hacerme la ablación. Seguramente tú no has oído hablar de algo así ¿verdad? ¡Qué suerte tienes! Quiere decir que vives en un país en el que no se mutila a las niñas.
En el mío, como en muchos otros de África o de Asia, la tradición hace que a las niñas, antes de que entremos en la pubertad, nos corten el clítoris.
Aunque yo no he pasado por eso, sé que es horrible. El año pasado oí los chillidos de mi hermana Rosalie cuando se lo hacían. Después, me explicó que luchó como una fiera y que, para podérselo cortar, habían tenido que sujetarla entre siete mujeres. Cuando por la noche fui a verla, no hacía más que llorar y, además le salía mucha sangre.
Le continuó saliendo durante muchos días. Yo temía que se muriera. Algunas niñas se mueren por culpa de la hemorragia o por las infecciones.
Rosalie no se murió. Ahora ya hace meses que se lo hicieron, pero aún no tiene la herida bien cerrada. Tiene que caminar con las piernas abiertas porque le duele. Además, cada vez que hace pipí, le escuece muchísimo y llora aunque quiera aguartarse las lágrimas.
Mi prima, Zenebú, que tiene quince años, dice que hacer pipí es doloroso, pero mucho más lo es cuando te tienes que meter en la cama con un hombre. Ella lo sabe porque cuando tenía doce años, Getu, un hombre de treinta y dos años del pueblo, la raptó porque quería convertirla en su mujer... ¡Vaya! En la segunda mujer; porque de hecho, ya tenía una, pero se ve que no le gustaba. Abandonó a su primera mujer y negoció con los padres de Zenebú para poder casarse con ella. Aunque ella no quería, los padres accedieron; la opinión de Zenebú no contaba.
A partir de aquella noche, Getu se mete en la cama con ella. Dice que siempre le duele mucho, por culpa de la ablación. Además, también duele a la hora de tener
hijos. Zenebú ya tiene un hijo de un año y está esperando otro.
Le he preguntado a mi madre por qué me tienen que hacer la ablación. Mamá dice que es la costumbre de nuestro país. Dice que hay países donde es peor; porque además de cortarles el clítoris, a las niñas les cortan los labios de la vulva y les cosen la vagina. Sólo la descosen cuando es hora de casarlas y meterlas en la cama con un hombre.
Yo sé que mamá me explica que podría ser peor para quitarme el miedo. Pero no lo consigo. Tengo tanto... Tengo miedo del daño que me hará la mujer encargada de cortar los órganos sexuales cuando me acerque la navaja entre la piernas y, ¡zas!, me arranque un trozo de carne mía. ¡ Mía y de nadie más! Y miedo de morirme de la hemorragia y de una infección.
Me gustaría ser pequeña por siempre jamás.


Adaptación de una carta de El diario violeta de Carlota, Gemma Lienas.

7 comentarios:

Sara dijo...

Hola de nuevo Naia:
Aunque las entradas anteriores ya eran sobrecogedoras, esta entrada me ha impactado realmente. Ya había escuchado hablar anteriormente sobre la mutilación genital, pero la forma de contarlo de esta niña (que no sé si es un caso real o escrito por la auotra) es realmente escalofriante. Llama la atención también que sean las propias abuelas y madres las que lleven a cabo estas prácticas atroces, aun sabiendo lo doloroso que les resultó a ellas en su día y quieran lo mismo para sus hijas y nietas sólo porque es una costumbre. En fin, supongo que todo gira alrededor de lo mismo: la falta de información, la incultura y el miedo a ser marginada en un mundo de hombres.

Ana Hernández dijo...

Es verdad, está carta duele. Cuando la leí por primera vez me quedé muy tocada durante unos días, y me ocurre siempre que se la leo a mis alumnos/as.
Y sé que lo pasan mal cuando lo hago, he tenido alumnas que han dejado escapar alguna lágrima, pero la realidad por desgracia es así de dura y creo que no debemos cerrar los ojos.

Un beso, Sara, y gracias, como siempre ;)

Mibu dijo...

El relato es escalofriante… Como dice Sara, lo más impactante es ver como las mismas mujeres que son mutiladas y en su día sintieron el terror previo a la mutilación y seguro no comprendieron por que tenían que pasar por eso, son ahora las que obligan y sujetan a sus propias hijas y nietas para hacerles pasar por una experiencia tan horrible.

Desde luego deja fatal el cuerpo y causa una enorme impotencia. Pero como dices, es importante que se sepa que eso está ahí y que la igualdad no es completa en muchos países, pero en otros, no llega a ser ni un sueño.

Un saludo

Anónimo dijo...

si es verdad lo qe le hacen a esas niñas de pequeñas... uuf!
duele nada mas pensarlo..

ANA FELIZ NAVIDAD!!!!
=)

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Ana Hernández dijo...

Pues si, Azahara, tienes toda la razón, duele nada más pensarlo.

Bienvenida al blog, muchísimas gracias por entrar y FELIZ NAVIDAD PARA TI TAMBIÉN!!!!

REBECCA dijo...

Hola,
He oído varias veces hablar de la ablacíon y siempre me ha impactado pero esta carta me resulta horrible porque con ella puedes entender el punto de vista de alguien que tiene que pasar por esa horrenda y inecesaria mutilacíon de su cuerpo. Si esto se lo hacen a las mujeres con el fin de no sentir placer y para no ponerle los cuernos al marido,¿porqué no se lo hacen también a los hombres?ellos también son capaces de poner cuernos.¿y es que ellos tienen derecho a sentir placer y nosotras no?
BESOS